CIVETS, corresponde al acrónimo que en la actualidad se usa para denominar a 6 países de “mercados emergentes” y que “prometen” un rápido crecimiento económico en las próximas décadas. Las siglas corresponden a Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Suráfrica.
La palabra sintetiza un modelo de desarrollo, que va en conjunto con otros términos desarrollados en el extranjero, como lo son los países NICS (New Industrialized countries) y los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sur África), en síntesis se trata de una re-concepción de la División Internacional del Trabajo, que supedita a los países del tercer mundo a ser países manufactureros, especializados en monocultivos y la exportación de sus recursos naturales, todo esto a cambio de unos productos con alto valor agregado y billetes sin valor que la reserva federal americana emite sin respaldo alguno, que todos conocemos como dólares.1 Dicho modelo que en adelante llamaré el “nuevo neoliberalismo” corresponde a la economía abierta negociada principalmente mediante tratados bilaterales y en algunos casos mediante acuerdos de Unión Aduaneras pero que en la mayoría de los casos consiste en la libre entrada de capitales, la desestructuralización del Estado y la reducción de su papel, en todos los aspectos posibles, desde la salud, los servicios básicos, hasta la educación nacional.
Cabría preguntarse qué simetría puede existir entre Indonesia, un país Asiático de mayoría islámica, que fue colonia de los Holandeses, compuesto de 17,800 islas y miembro del G-20 e integrado al mercado abierto de la ASEAN, con Colombia un país andino y católico del tercer mundo, que conto con una integración fomentada por Estados Unidos en una ya prácticamente inoperante CAN (Comunidad Andina de Naciones).
Seguramente el único aspecto que une a estos países tan dispersos, es la gradual liberalización de sus economías, como a su vez el caracterizarse como regímenes con economías capitalistas relativamente estables. A su vez demuestran una tendencia creciente a la negociación de acuerdos, bilaterales con grandes potencias y a la siempre reluciente membrecía a la OMC.
Colombia en la actualidad está viviendo este proceso dramático de apertura económica, la cuarta en su historia, en la actualidad se están negociando diversos tratados de libre comercio, con regiones de la más diversa índole, como Corea, Estados Unidos, Japón, la unión europea etc.
Un recuento de las desastrosas aperturas económicas de Colombia puede llevarnos a los tiempos de Bolívar pasando por José Cipriano de Mosquera y llegando a la etapa Neoliberal encabezada por la fallida apertura de Gaviria y llegando por último a Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos. Estos últimos iniciaron el proceso de sacralización de la confianza inversionista y la inversión extranjera, como único medio de desarrollo de los países tercermundistas.
De cierta manera esta política colonialista que los anglosajones han llevado desenfrenadamente, desde que financiaron las sublevaciones de Tupac Amaru, y que en primera medida significaron la caída de los únicos medios para el desarrollo como lo es la autarquía económica, que estuvo presente en el imperio hispánico y en segunda instancia significó la supeditación de nuestra política nacional a las decisiones de una plutocracia vendida al extranjero, para ello nos sobra la presencia del FMI y de la banca multilateral. Claro que en el modelo de los CIVETS, estos gobiernos son enmascarados con un aura democrática, en el mejor de los casos para ocultar una libertadura, en la cual las grandes elites y la pequeña burocracia han dominado el proceso de elecciones prácticamente de forma monárquica.
Esta promesa no es distinta en el nuevo liberalismo, pero el proceso se ha culminado con unas consolidadas estructuras de soporte como la OMC, que ayudan a barrer la soberanía, con las más variadas estrategias como destruyendo las diferenciaciones arancelarias que puede realizar un país al decidir eximir de aranceles a un país aliado (para esto imponen los aranceles tipo NMF “Nacion más favorecida”2), la protección a la industria naciente como, a su vez tienden a imponer las leyes de arpopiabilidad ya sea industrial o intelectual, para asegurar que no exista copia de los avances de los países en desarrollados en el tercer mundo. Estas estructuras tienden a destruir el control sobre el valor de la moneda y a obligar a los países a aceptar una banda cambiara fluctuante según lo determiné el mercado.
Estas estructuras desde los tratados bilaterales a las estructuras que mantienen el orden monetario internacional, como lo son la OMC, el Banco Mundial, el FMI, la OMPI etc. Brindan el marco conceptual que es el mismo que el que aplico Bolívar hace dos siglos que es el de ceder la soberanía a favor de un gobierno mundial moldeado según los principios de la estabilidad inviolable del orden internacional, la constitución americana como fuente magnánima y consolidada en las estructuras de la ONU y la estructuración mundial en un gobierno mundial central y reduciendo a los países independientes a simples estados federados, la inviolabilidad de la paz sin importar las condiciones locales, lo que implica una aceptación incondicional a los designios y las leyes internacionales.
Esta estructura del nuevo liberalismo a pesar de existir con anterioridad, logra su estructuración máxima en lo que es conocido como el Consenso de Washington que impone las políticas económicas favorables que deberían seguir los países del tercer mundo, el cual fue el modelo que las grandes instituciones financiarías siguieron e impusieron.
El fracaso del Consenso de Washington, del dólar como moneda de circulación mundial y la fuerte deuda del Estado americano y el fracaso del FMI en entender la crisis americana, llevara consigo fuertes cambios en la estructura internacional que terminaran por dar el Espacio que necesitamos para nuevos modelos de desarrollo económico, pero principalmente del espíritu que animara las revoluciones que vendrán.
1 Al decir de Juan Domingo Peron “Para el intercambio internacional recurrimos al truque y así nuestra moneda real fueron nuestras mercaderías. Ante el falseo permanente de la realidad monetaria internacional y las maniobras de todo tipo a que se prestaba el insidioso sistema creado, no había más recurso que hacerlo así o dejarse robar impunemente.”