En su existencia como Republica, Colombia ha sido víctima de la más nefasta ideología extranjera, la cual apelando a una libertad, materializada en un “Libre Cambio” destruyo una muy bien, hasta entonces, estructurada economía. Es así como ante sus engaños, se han realizado tres grandes aperturas: la de Simón Bolívar, la de Tomas Cipriano de Mosquera y la de César Gaviria, las tres, obviamente con los mismos funestos resultados, pero siempre defendidas y legitimadas por la oligarquía de turno; ahora dicha oligarquía pretende una cuarta apertura, que iniciada desde el gobierno Uribe y fielmente continuada por Santos, seguirá cabalmente las directrices de la Banca Mundial, en cuanto a los países subdesarrollados.
Para realizar dicha apertura, y con ello borrar toda la estructura solidaria del Imperio Hispánico, era preciso abocar “asombrosas” teorías, las cuales mágicamente convertirían a Colombia en una nación del primero mundo, pues como sostenía el inglés Adam Smith , el banquero David Ricardo y el neo-liberal Milton Friedman, entre otros, la teoría del libre cambio era la verdadera causa de la riqueza de las naciones europeas, pues solo abriendo sus mercados, los ciudadanos de cualquier país podrían llegar a la anhelada felicidad material.
Muy bien expresaba Rafael Uribe Uribe, años después, en el curso de la Conferencia pronunciada el 23 de octubre de 1904: “Toda Hispanoamérica ha sido víctima de publicistas europeos como Smith, Say, Bastiat, Stuart Mill, Spencer, Leroy Beaulieau y demás predicadores del libre cambio absoluto y de las célebres máximas “Laissez Faire, laissez passer” un mínimo de gobierno y un máximo de libertad. Mientras en el Nuevo Continente hemos venido aplicando hace tres cuartos de siglo esas lucubraciones, especialmente en lo económico, los países de esos escritores, Francia la primera, se han complacido en no escucharlos y en practicar todo lo contrario. De este modo, esas doctrinas han sido allá casi en todo, literatura para la exportación, que los americanos hemos pagado a doble costo: el precio de los flamantes libros y la apertura de nuestros mercados a los productos europeos… que los tienen ricos; acá nos hemos alimentado de idealismo etéreo, el manjar menos nutritivo que se conoce. Así estamos de pobres, flacos y desmirriados”.
Lo que ignora el pueblo, más no la plutocracia, es que dicha teoría es operada por las grandes potencias de un modo exógeno, pues éstas saben que la verdadera riqueza de una Nación radica en la protección a su economía interna, es así como el propio David Ricardo en calidad de parlamentario británico votó en favor de la protección de los cereales autóctonos frente a los de la competencia extranjera .
Al contrario de este, Bolívar descaradamente pronunciaba el 19 de junio de 1815 “Yo deseo continuar sirviendo a mi patria, para el bien general de la humanidad y para el aumento del comercio británico”. Y muy bien que lo hizo, pues luego de “independizarnos” firmaba la primera apertura económica refrendada luego en la Gran Colombia con el fatídico tratado de Amistad, Comercio y Navegación que a perpetuidad fue firmado en Bogotá el 8 e abril de 1825 . Muy bien decían en la época que en vez de independizarnos nos estábamos era hipotecando, pues era lógico que la ayuda prestada por la Pérfida Albión en la guerra de secesión, no iba ser en pro de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, muy bien se supieron cobrar con creces cada fusil y cada cañón, de ahí que Bolívar escribiera a Santander en septiembre e 1825 desde la Paz: “ Yo he decretado aquí que todas las minas perdidas y abandonadas pertenecen de hecho al gobierno para pagar la deuda nacional. Desde luego en Colombia se podía hacer lo mismo y venderlas todas a una misma compañía inglesa a cuenta de los intereses de la deuda nacional y no teniendo vergüenza, ni siquiera un pequeño sentido de pertenencia, escribía un mes después: “Usted me dice que ha arrendado todas las minas y he visto por los papeles públicos que se han dado tierras para colinas y vendido parcialmente todos los beneficios de que podía disponer el Estado. Yo he vendido aquí las minas por dos millones y medio de pesos y creo sacar mucho más de otros arbitrios y he indicado al gobierno del Perú que venda a Inglaterra todas sus minas, todas sus tierras y propiedades y todos los demás arbitrios del gobierno, por su deuda nacional que no baja de veinte millones ”.
Pero la infortunada amistad con Inglaterra no paraba ahí, pues ésta al haber inventado y desarrollado hace poco la maquina de vapor, tenia un considerable incremento en su producción, y a sabiendas que este excedente no podía ser puesto a disposición de venta interna, pues devastaría su economía, a razón que esta era mayoritariamente artesanal, idearon la grandiosa idea del “libre cambio” llegando así a la América antes española, millares de productos procedentes de la Gran Bretaña, a tal punto que los soldados “rebeldes” resultaron vistiendo uniformes ingleses .
Al hablar del tratado de “libre comercio” con Inglaterra, comenta, el sobresaliente ministro de la Gran Colombia, José Manuel Restrepo: “No hay duda que la mayor parte de sus exigencias fueron un abuso de fuerza por medio de la cual se adicionó el tratado de Colombia con la Gran Bretaña. De esta manera multitud de comandantes de los apostadores ingleses en los puertos de las nacientes repúblicas de la América antes española, se han erigido frecuentemente en dictadores y exigido convenios, que ellos, como en Cartagena, han llamado tratados, degradantes para los nuevos gobiernos, fundándose en la última razón de las naciones poderosas –la fuerza-“
El “libre cambio” fue tan oneroso para los ingleses que sus ventas subieron desde 56 millones de yardas en 1820 hasta 527 millones de yardas en 1860 éxito igualmente experimentado con el algodón, pues de 11 millones de libras registradas en 1785, se importaron hasta 588 millones para el año 1850, aumentos igualmente registrados en demás ramas, como la siderúrgica.
Evidentemente el éxito ingles no fue el mismo para el antiguo Virreinato de la Nueva Granada, pues teniendo en cuenta la costosa “independencia” con una impagable deuda externa y sumando a esto la “amistad y el comercio” ingles, se podía ver que en agosto de 1832 en el Constitucional de Cundinamarca apareciera en balance: “En la última decadencia (la industria) particularmente la provincia del Socorro, en donde multitud de familias que vivían de las manufacturas andan pidiendo limosna y muchas han muerto de hambre ” con la misma tristeza se podía leer la carta escrita por el Dr. Alamo, jefe de policía a Simón Bolívar: “Nuestros artesanos, con sus discípulos y oficiales se han abandonado al ocio y aún a las maldades, en términos que los presidios y cárceles están llenos de hombres que hemos conocido en otro tiempo de conducta regular y laboriosa. Esto da horror, mi general, de noche se encuentra por las calles porción de mujeres cambiando silletas, mesas, cajas y demás muebles por comida y casi no se enciende la lumbre en Caracas, de ahí que el general Francisco de Paula Santander, al analizar detenidamente el miserable estado económico de la naciente República, escribiera el 19 de enero de 1832 a Vicente Azuero: “Por Dios, abandonen la teoría del comercio libre, quiero decir, en que todos los productos y manufacturas extranjeras deben ser introducidas sin restricciones ni recargo de derechos. La práctica de todas las naciones maestras en comercio están en oposición a tales teorías… protejan pues nuestras miserables fábricas y artes, no excluyendo absolutamente sino poniendo restricciones a los artefactos y productos extranjeros que nosotros también producimos o podemos a poca costa producir.
De la misma manera, José Ignacio Márquez, su vicepresidente, en el curso de la convención constituyente de octubre de 1831, apelaba por la intervención de un Estado “Justo y Paternal” encaminado a “procurar y promover la riqueza pública” y a “quitar los estorbos” que se opongan a los manantiales de los cuales brotan agricultura, artes y comercio
.
Por ello, y ante el legado bolivariano, el binomio Santander-Márquez, una vez en el poder, siempre reclamaban por un Estado Interventor, pues era natural que si se quería beneficiar el comercio interior, y con ello a los colombianos, era preciso colocar cuanta traba fuese posible al comercio extranjero, más aún prohibirle la entrada a productos que por su naturaleza eran autóctonos o de fácil elaboración, y con ello multiplicar el consumo y producción de la devastada económica interna, y aumentar así la riqueza de la nación.
Dichas medidas tuvieron rápidamente su repercusión en la economía, pues la Nueva Granada en 1830 y 1845 velozmente se iba colocando a la cabeza de la industrialización latinoamericana, pues como ejemplo, su siderúrgica de Pacho se había colocado como una de las más avanzadas plantas en Suramérica .
Igualmente fueron tomadas varias medidas para aliviar la carga tributaria, fue así como se procedió a los Estancos, empresas estatales que gravaban productos no necesariamente de primera necesidad, como el tabaco, el cual aportaba el 50% de los ingresos fiscales de la época, un verdadero alivio para el Estado y típico recurso heredado del Imperio Hispánico.
De la misma manera, y volviendo a seguir el legado Hispánico, se procedió a proteger de la despiadada oligarquía, a Resguardos Indígenas y Ejidos de las poblaciones urbanas, pues estos constituían verdaderos centros agrícolas, capaces, en sus mejores tiempos, de abastecer de alimentos a las poblaciones vecinas.
Todo este conjunto de medidas resulto tan eficaz que, en la Balanza Comercial, las exportaciones volvieron a superar a las importaciones , la economía interna se repunto; las trabas impuestas a las importaciones solo generaron beneficios a la economía interna, pues el producto interno no tenia que competir deslealmente con productos extranjeros elaborados a menor tiempo y mejor calidad, en otras palabras, la riqueza colombiana paso a manos colombianas.
Hasta ahí todo iba de maravilla, pero como en repetidas historias, y en protección a su reacida posición social, liberales y conservadores hicieron otra vez de la suyas, pues éstos siameses poseen la misma teoría libre-cambista, su diferencia solo radica en el color del partido, en razón a esto se llego, tristemente, a la segunda apertura económica, esta vez realizada por Tomas Cipriano de Mosquera, el cual muy bien confabulado con Florentino González, cometieron los mismos errores que su “libertador” Bolívar: derribaron las barreras aduaneras, procedieron a privatizar el Estanco del Tabaco, a acabar con la economía nacional, a privatizar resguardos y ejidos, a inundar la economía con productos extranjeros, a concentrar la riqueza en pocas manos, etc., abriendo más la diferencia entre ricos y pobres, llegaron así a desaparecer las fábricas de tejidos de Tunja y el Socorro, las de papel en Bogotá, y las de sombreros en Santander y Nariño, exportados hacia Venezuela y el Ecuador , entre otras.
Ante esta de nuevo tempestad, se unieron mentes sensatas, esta vez agrupadas bajo el bando de los Draconianos, quienes en sobresalientes intervenciones ante el Congreso, expusieron -como sus antecesores Santander-Marqués- la defensa del trabajo nacional por encima de los intereses personalísimos de potencias extranjeras y reacidas plutocracias, quienes desde la “independencia” solo pensaban en su porvenir. Muy bien escribe John Lynch: “Cómo, bajo el impacto de la revolución y de la guerra civil, el Estado creció débil y la Hacienda fuerte; los hacendados consiguieron una posición en la que no sólo controlaban el Estado sino que eran el Estado. En la época de los caudillos, la mayor parte de las Repúblicas hispanoamericanas parecían poco más que aglomeraciones de hacienda” .
En razón a estas “mágicas teorías” de libre cambio, era obvio el gran desfalco del Estado, su deuda interna y externa crecía a pasos gigantescos, en virtud a esto y para tapar un hueco con otro, el “sabio” Mosquera decidió expropiar los bienes de la Iglesia Católica, su sucesor, Manuel Murillo Toro, por Ley 47 del 22 de mayo de 1865 ordenó su puesta en remate
Fue tal la desgracia económica que el propio Mosquera pronunciaba en el avanzado enero de 1867 ante el Congreso: “Ya no existe ni un carpintero, ni un sastre, ni un zapatero porque no sólo se importaban los vestidos y zapatos sino también los muebles de todo tipo” En la misma tónica expresaba Miguel Samper en el año 1867: “Los mendigos llenas calles y plazas, exhibiendo no tan sólo su desamparo, sino una insolencia que debe dar mucho qué pensar… están infestadas por rateros, ebrios, lazarinos, holgazanes y aún locos ”.
Otra vez, y de manera milagrosa, aparecen en la escena política, dos grandes pensadores, de los mejores que ha dado estas tierras, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, los dos fieles herederos de la concepción solidaria del Hispanismo, unidos bajo la militancia del Partido Nacional; es así como su legado es asimilado por muchos a un Corporativismo, y mejor a un Socialismo de Estado, pues hicieron del Estado un motor y regulador de la actividad industrial
Fue así como su política, en contraposición a la libre-cambista, se edifico en un Estado planificador e intervencionista, pues solo así se podría regular y explotar al máximo los recursos existentes. Una de las primeras medidas fue restablecer las barreras aduaneras por intermedio de la ley 140 de 1880, pilar en la defensa del trabajo autóctono, gracias a este medida se pudo incentivar la creación de verdaderos talleres, que condujo inexorablemente al resurgimiento de la economía nacional, tales como los textiles, cueros, molinos, siderúrgicas y hasta químicos.
El café pasó de 107.586 sacos en 1880 a 531.437 sacos en 1898 momento en el cual representaba ya el 70% de las ventas al exterior, cuando en el período 1874-79, esta magnitud solo llegaba al 7% . Dichas medidas favorecieron en gran parte a los pequeños productores, pues estos ya no se veían sumergidos en una libertad de cambio, que bien siguiendo al sindicalista francés Julio Guesde, podría asimilarse a una libertad de zorro libre en gallinero libre.
Dicho periodo conocido como la Regeneración, fue de la misma manera vilmente atacado por la furia partidista (liberales-conservadores) pues su gobierno iba flagrantemente en contra de sus intereses plutocráticos, ya que en este periodo las políticas intervencionistas y previsionistas de Caro y Núñez, se oponían a la esencia libre-cambista de liberales y conservadores, agrupados en un mismo bando opositor, pues su existencia como plutocracia se estaba viendo seriamente afectada.
Es así como luego de diferentes argucias jurídicas, se llevo a la expedición de diferentes decretos y leyes para borrar de lo más intrínseco de la constitución del 86 el legado solidarista del régimen de la Regeneración.
A tan devastado panorama, fue introducida una tercera y fulminante Apertura, con rasgos similares a las antes mencionadas, con las mismas nefastas repercusiones, pero claro, esta vez aumentadas por un fiel exponente del libre-cambio, César Gaviria, quien muy “brillantemente” redujo los aranceles del 43.7% en promedio al 11.7%; sin exigir la correspondiente contrapartida a las otras naciones . Obviamente estas medidas, llevaron a lo predecible: el primer sector que resultó aplastado fue el agrícola, pues las importancias de productos alimenticios pasaron de uno a tres millones de toneladas; en consecuencia, dejaron de ser sembradas 500.000 hectáreas, especialmente de cultivos transitorios (cereales, oleaginosas, etc.) cuya superficie disminuyo en un 20%, lo que dejo sin empleo a 230.000 personas, corriendo la misma suerte, según el DANE, la pequeña y mediana industria la cual hubo de despedir a 250.000 empleados . Las pequeñas sociedad fueron totalmente averiadas, principalmente las ramas del textil (con pérdidas de 93.000 empleos entre 1994-1995), metalmecánica, química, madera, cueros, aceites, tabaco , entre otros.
Todo fue cayendo poco a poco, el sector privado se vio rápidamente diezmado, al sector público para suplir tan hondas heridas le fue necesario declarar “baldías” las grandes empresas públicas . El trabajador medio y bajo al ver semejante colapso no le quedo de otra que irse del país, trabajar informalmente, o en el peor de los casos, delinquir para salvaguardar su penosa situación.
Esta sorprendente teoría del libre cambio nos lleva a la felicidad de ser unos de los países con mas pobreza, indigencia, y peor aún con la concentración de riquezas en tan pocas manos, que seguro no sobrepasan de cien familias.
Ante tan devastadora historia Republicana, liberales, conservadores y comunistas siguen aferrándose tacita o implícitamente a la apertura de nuestra economía, olvidando nuestra propia trayectoria vital como nación, por ello tristemente, lo más seguro es que el gran plutócrata Santos de nuevo nos lleve a una cuarta y devastadora apertura; y mientras nos afanamos por firmar cuanto tratado de libre comercio hay, de romper aranceles y adecuar nuestra legislación interna a las teorías de Friedman, las potencias del primer mundo realizan exactamente todo lo contrario, pues en este mercado de alta industrialización, nuestra pobre economía solo podrá resurgir de sus cenizas mediante una autarquía de corte nacionalista, que la coloque económicamente al mismo nivel de los países desarrollados.
[1] An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations.
[2] Corsi Otálora, Luis. ¿Autoabastecimiento o Apertura?. Bogotá 1996. Página 13. Editorial Academia Boyacense de Historia.
[3] Ídem, página 14.
[4] Bolívar. Obras Completas. Op. Cit. Tomo III, página 30.
[5] Ídem, página 66-67.
[6] Corsi Otálora, Luis. ¿Autoabastecimiento o Apertura?. Bogotá 1996. Página 18. Editorial Academia Boyacense de Historia.
[7] Varios. La Época de las Revoluciones Europeas. 1780-1848. México 1976, página 177. (Siglo XX Editores).
[8] Corsi Otálora, Luis. ¿Autoabastecimiento o Apertura?. Bogotá 1996. Página 16. Editorial Academia Boyacense de Historia
[9] Vallenilla Lanz, Laureano. Cesarismo Democrático. Caracas 1983. Página 83 ( Editorial U. Santa María)
[10] Santander, Cartas y Mensajes del General. Compilación de Roberto Cortázar. Bogotá 1954. Vol. VIII, p. 185 (Ed. Librería Voluntad)
[11] Corsi Otálora, Luis. ¿Autoabastecimiento o Apertura?. Bogotá 1996. Página 34. Editorial Academia Boyacense de Historia
[12] Caballero, Enrique. Historia Económica de Colombia. Bogotá 1970, página 182 (Editorial Banco de Bogotá)
[13] Mc Greevey, William Paul. Historia Económica de Colombia 1845-1930. Bogotá 1975, página 103 (Ed. Tercer Mundo)
[13] Liévano Aguirre, Indalecio. Rafael Nuñez. Bogotá 1985, página 64. (El Ancora Editorial)
[14] Lybch. Las Revoluciones Hispanoamericnas, Op.. Cit.,p. 385.
[15] Corsi Otálora, Luis. ¿Autoabastecimiento o Apertura?. Bogotá 1996. Página 54. Editorial Academia Boyacense de Historia
[16] Ídem, página 57
[17] Samper. Miseria en Bogotá. Op Cit. Páginas 8-10.
[18] Ídem, página 162
[19] Mcgreevey, William Paul. Historia Económica de Colombia 1845-1930. Bogotá 1975, página 211 (Ed. Tercer Mundo)
[20] Corsi Otálora, Luis. ¿Autoabastecimiento o Apertura?. Bogotá 1996. Página 83. Editorial Academia Boyacense de Historia
[21] El Espectdor. Febrero 19 de 1995.
[22] Corsi Otálora, Luis. ¿Autoabastecimiento o Apertura?. Bogotá 1996. Página 88. Editorial Academia Boyacense de Historia
[23] EL TImepo junio 27 y julio 6 de 1995.
[24] Corsi Otálora, Luis. ¿Autoabastecimiento o Apertura?. Bogotá 1996. Página 91. Editorial Academia Boyacense de Historia
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